22.11.12

La mudez del futbolista, por ejemplo

El verdadero secreto que hay detrás de la genialidad de los deportistas de élite, por tanto, puede ser tan esotérico y obvio y tedioso y profundo como el mismo silencio. La respuesta verdadera y cubierta de muchos velos a la pregunta de qué es lo que le pasa por la mente a un gran jugador mientras está en el centro de una multitud hostil y orienta la dirección del tiro libre que va a decidir el partido podría muy ser muy bien: nada de nada.
(...)
Es posible que los espectadores, que no gozamos de un don divino para el deporte, seamos los únicos capaces de ver, articular y animar la experiencia de ese don que nos está negado. Y que aquellos que reciben y ejecutan el don de la genialidad atlética deban por fuerza ser ciegos y mudos acerca del mismo: y no porque la ceguera y el mutismo sean el precio que pagar por el don, sino porque son su esencia.
(Cómo Tracy Austin me rompió el corrazón, en Hablemos de langostas, David Foster Wallace)

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